Los mundos musicales de Ramin Djawadi. The musical worlds of Ramin Djawadi. Ramin Djawadi 的音乐世界。العوالم الموسيقية لرامين جوادي.

Publicado el 9 de junio de 2023, 1:46

SPANISH

Los mundos musicales de Ramin Djawadi

 

Al principio fue el pulso. El latido del corazón en las entrañas de una madre, aquel fonolito alertando sobre un inminente peligro, el jugueteo con los huesos junto a la hoguera, los troncos huecos que comunicaban a las personas en lo profundo del bosque… Al principio fue el pulso, sí. Pulsos distribuidos de determinada manera en el tiempo y transmitidos en forma de onda sonora a través de un medio propicio. Y vio el ser humano primitivo que aquello era bueno… y lo llamó ritmo. Y en torno a este ritmo creó un mundo maravilloso.

     Pero el ritmo no es exclusivo del sonido, también existe, por ejemplo, en una sucesión de imágenes pues podemos decir que una película o un cómic tienen determinado ritmo, también una obra literaria lo tiene... Sin embargo, antes de ver, el mamífero escuchó.

     Es curioso que, culturalmente, asociemos objetividad con imágenes. Es lógico que en un mundo con mucha luz la capacidad de ver a un posible depredador desde la distancia pueda ser cuestión de vida o muerte y, por tanto, hayamos primado desde tiempos remotos este sentido sobre otros como el tacto, tan cercano, tan íntimo… o el oido, el cual abarca  un ángulo de 360 grados a nuestro alrededor pero sigue siendo, generalmente, más próximo que la vista. Y sin embargo, sabemos que la vista nos puede fallar; ese mismo depredador estando oculto puede saltarnos encima y devorarnos si no somos capaces de oírlo previamente. También es cierto que lo que a nuestros ojos se nos puede presentar como una cosa en realidad puede ser otra. Es más, si cambiásemos el medio en que vivimos, por ejemplo, a las profundidades abisales de La Fosa de Las Marianas o al interior de una cueva entonces, la vista, no tendría la misma importancia para nosotros. “La necesidad crea el órgano” y para nosotros sería más práctico y objetivo en esos casos disponer de un órgano capaz de utilizar las ondas sonoras y su reflejo como medio de ecolocalización como poseen los delfines o los murciélagos por poner dos ejemplos. Si fuésemos capaces de pasar entre las aspas de un ventilador en movimiento como es capaz de hacerlo el murciélago, si tuviésemos tal precisión, el sentido al cual calificaríamos de objetivo sería el oido y no la vista.

     Pudiendo ver, una imagen es impactante, rotunda y expone algo con mayor o menor claridad ante nosotros. Una pieza musical, sin embargo, se nos antoja en principio como más interpretable pero como sucede con todo y también con las imágenes, esa interpretación depende de nuestra posición. Podemos ver una fotografía de una manifestación e interpretar que estamos ante un colectivo que lucha por conseguir determinados derechos… o interpretar que estamos ante una panda de vagos…. Y sería la misma imagen.

Una pieza musical nos hace vibrar por dentro. Lo tiene fácil, ya que en sí se compone de ondas sonoras; y nos hace vibrar posiblemente como ninguna imagen lo haga y por tanto, a la famosa frase (con la que no estoy de acuerdo dicho sea de paso) “Una imagen vale más que mil palabras”, hoy se me antoja que le falta algo… le falta “pero la música puede hacernos sentir más que mil imágenes”. Y, aunque pareciera que lo anteriormente tratado no viene a cuento del tema que nos ocupa que es la obra de Ramin Djawadi, creo que era necesario; a fin de cuentas es de ritmo… y de otras cosillas relacionadas de las que vamos a hablar precisamente.

     Porque la llamada música occidental ha desarrollado un sistema armónico muy potente pero, en el camino, digámoslo así, se olvidó un poquito del sistema rítmico y ha sido precisamente la incorporación de músicas tradicionales de otros pueblos y de compositores de procedencia o con fuertes influencias de los sistemas y estilos musicales africanos, orientales, americanos… lo que ha venido a enriquecer la música de nuestro continente. Podríamos aquí citar a muchas nuevas promesas que están aportando su granito de arena pero debido a las limitaciones de espacio nos centraremos en Ramin Djawadi, quien nace en Alemania siendo de procedencia germano-iraní y ha trabajado con Klaus Badelt y Hans Zimmer. Su música rezuma potencia, delicadeza, emoción y expresividad por los cuatro costados. Y hasta aquí sus datos personales porque de pronto…

     Una guitarra eléctrica enérgicamente ejecutada por Tom Morello comienza a sonar y por unos breves segundos parece remolonear que sí, que no, que me arranca, que no me arranca…. Y justo entra la percusión y como si de un viejo motor atmosférico se tratase sentimos los gases producto de la combustión y desde ese controlado caos sonoro se eleva una guitarra que no es otra cosa que los servos de una gigantesca pierna mecánica dando el primer paso y la cosa, esa cosa enorme y pesada comienza a desplazarse y hasta vibramos con la simulación de bocina de barco que resuena en nuestros oídos. Es Gipsy Danger señoras y señores y sí,  a pesar de habernos indicado previamente que usaba energía nuclear sentimos cómo funciona de maravilla la imagen sonora tan retro que se nos presenta. No lo podemos evitar, está en la memoria colectiva y de esta forma Ramin Djawadi en compañía de Tom Morello (Rage Against The Machine, Audioslave…), Nick Glennie-Smith (Home Alone 3, The Man in the Iron Mask…) y Jasper Randall (The Darkest Nights, The Tomorrow War…) nos muestra la nítida e impactante imagen de un gigantesco robot marchando al combate.

     El maestro John Williams tras una breve entrada de metales y percusión como si de un deslumbrante amanecer zoroástrico se tratase se detiene, por digamos una centésima de segundo, para comenzar de nuevo. No, no se había equivocado y necesita recomenzar, es que los contrabajos están preparando un despegue que inmediatamente será apoyado por los violonchelos y luego los violines y la sección de flautas para lanzar de nuevo la percusión y finalmente los metales y toda la orquesta en un empuje imparable ante el cual nihil obstat. Porque no, no es un pájaro ni es un avión; es…. Superman. Y como tal, una fuerza de la naturaleza a la que nada puede oponerse. No hay más que escucharlo. Si tan sólo viésemos un tipo en leotardos y con los calzoncillos por fuera intentando dar un saltito para volar hasta nos podría entrar la risa floja pero alguien, sin duda un maestro, nos lo ha descrito mucho mejor.

     Pero volvemos a Djawadi y como el cine de super héroes está de moda quiero brevemente comentar otros casos simplemente por el mero hecho de resaltar determinadas características particulares. En el tema principal de The Eternals, y tras una breve introducción de 55 segundos en la que se nos transmite la imagen de una labor oscura, subterránea, silenciosa, constante y prolongada, tal cual pequeño topo laboriosamente excavando, se lanza la orquesta con una melodía muy solemne que contrasta con una percusión potentísima que realmente son puñetazos en una mesa indicándonos que la cosa tiene peso. Mientras la melodía nos dice: “es una misión sagrada la que tenemos entre manos”, la percusión remacha: “esto es muy serio y no nos detendremos ante nada, esta no es una mision para detener a un simple ratero; ni siquiera el mindundi de Thanos nos va a desviar”. El conjunto es imponente. Por cierto en la misma banda sonora de la película, quiero resaltar hoy dos bellísimos temas; el relajante, melancólico y asertivo Mission y el exótico, fresquísimo y sensual Nach Mera Hero. Una delicia escucharlos. Pero no quiero despedirme de este género de superhéroes sin citar al menos otra banda sonora perteneciente a una película, The Great Wall, que, y aunque se puede decir con toda razón que no es del género, se me antoja enfrentarla a las anteriores ya que no podrían ser calificadas de otra forma aquellas combatientes de la Unidad Grulla que en su momento estuvieron dentro de los aros. Aros que volvían una y otra vez vacíos y ensangrentados tras enfrentarse a los Tao tei. Comienza la pieza con un canto coral, lento, pausado, firme y al unísono que nos presenta una imagen de responsabilidad, servicio y sacrificio por los demás. Y es allá cuando han transcurrido un minuto y treinta y seis segundos que tras un brevísimo silencio entra la percusión y las cuerdas y tras ellas de nuevo el coro. Siempre en armonía por más que la percusión golpea muy fuerte y las cuerdas nos dibujan un turbulento mar crispado de vicisitudes y dificultades pero ante todo y sobre todo, las voces continúan sin perder la compostura; hacia adelante, siempre adelante en su misión de proteger al pueblo que está tras la Gran Muralla. Y aunque hablamos de ficción personalmente prefiero a estas heroínas que se lanzan a darlo todo por la mayoría, que viven y mueren juntas sin contar con un multiverso cuántico salvador, cosa que ya tiene mérito en estos días.

     Nos alejamos de la épica anterior para adentrarnos en plena sabana con el prólogo de Elephant, bellísima fusión de ritmos y melodías africanos con la música occidental. También, en esta línea, podemos deleitarnos con la banda sonora del documental African Safari 3D la cual hace gala de una exquisita y nítida instrumentación. Y ya que hablamos de instrumentaciones cuidadas hasta el máximo detalle apuntar a la música de una peli de animación cuyo tema principal, Robinson Crusoe, es también el nombre del filme. No podemos menos que recomendar su audición.

     Fuera ya de las películas y documentales podemos citar la música compuesta para la Expo de Dubai en 2020; en concreto para el espectáculo de luz, agua y sonido que es el Fountain Show. Increíble en imágenes, increíble en sus juegos de luz y agua, increíble en la delicadeza de su música. Puede verse algo de ello en Youtube. Disco definitivamente imprescindible para los amantes de la música este Surreal del que, por no citar más nosotros traemos aquí tan sólo tres temas Surreal Overture, Surreal Waltz y Surreal Adagio.

     Es Djawadi compositor de bandas sonoras de muchas más películas, de series archiconocidas como Westworld, Game of Thrones, Jack Ryan, de videojuegos…. Y sobre todo ello vamos a pasar de puntillas porque a cada una de estas obras le correspondería un espacio propio y aún así, nos quedaríamos escasos.

     Pero tenemos que cerrar este artículo y para ello volveremos al principio por así decirlo. En la serie de televisión Westworld, Djawadi utiliza de base una canción de los Rolling Stones (Paint It, Black), la que prácticamente recrea y le da un aire de película del Oeste, en una escena en que se perpetra un atraco coordinando al milímetro el ritmo de las imágenes cinematográficas con el ritmo de la música tan magistralmente que logra conseguir en nosotros un estado especial de asombro y excitación. En esta escena podemos disfrutar de ese trabajo en común de los sentidos de la vista y el oído. No sólo no son enemigos, ni siquiera son rivales, ni siquiera compiten entre ellos… sino que se complementan y refuerzan mutuamente produciendo en nuestro cerebro sensaciones y estímulos increíbles. Como seres equilibrados que somos, tenemos el conjunto de sensores que nos permiten obtener una representación lo suficientemente fiel del medio en que nos desenvolvemos. Los sentidos nos permiten acercarnos, afinar la captación del entorno que nos rodea y de nosotros mismos; interactuar. Por supuesto que también hace falta interpretar correctamente la información recogida por los sentidos y que a través de una comunicación electroquímica nos llega al cerebro. Necesitamos ajustar nuestra apreciación subjetiva a la realidad objetiva lo más posible para poder no sólo sobrevivir sino también avanzar, evolucionar.  Y nuestra suerte, precisamente, es que no somos tan sólo sensores y cableado electroquímicamente comunicado a una masa de materia gris más o menos plegada sino que, gracias al trabajo y todo lo que el trabajo aportó a nuestra especie podemos ver, oír, percibir más allá de esos meros sensores; podemos escuchar la música de un paisaje y, por suerte también, podemos ver las imágenes que nos presenta una obra musical. A ese grado de dicha hemos llegado como especie. Esa es la grandeza del arte.

 

 

ENGLISH

The musical worlds of Ramin Djawadi

 

At first it was the pulse. The heartbeat in the womb of a mother, that phonolith warning of an imminent danger, the playing with the bones next to the bonfire, the hollow trunks that communicated to the people in the depths of the forest... At first it was the pulse, yes. Pulses distributed in a certain way in time and transmitted in the form of a sound wave through a suitable medium. And the primitive human being saw that it was good... and he called it rhythm. And around this rhythm he created a wonderful world.

      But rhythm is not exclusive to sound, it also exists, for example, in a succession of images, since we can say that a movie or a comic has a certain rhythm, a literary work also has it... However, before seeing, the mammal listened.

      It is curious that, culturally, we associate objectivity with images. It is logical that in a world with a lot of light, the ability to see a possible predator from a distance could be a matter of life or death and, therefore, since ancient times we have prioritized this sense over others such as touch, so close, so intimate… or hearing, which spans a 360 degree angle around us but is still generally closer than sight. And yet, we know that our eyesight can fail us; that same predator, being hidden, can jump on top of us and devour us if we are not able to hear it beforehand. It is also true that what may appear to our eyes as one thing may actually be another. What's more, if we changed the environment in which we live, for example, to the abyssal depths of The Marianas Trench or to the interior of a cave, then sight would not have the same importance for us. "Need creates the organ" and for us it would be more practical and objective in those cases to have an organ capable of using sound waves and their reflection as a means of echolocation as dolphins or bats have, to give two examples. If we were able to pass between the blades of a moving fan as the bat is capable of doing, if we had such precision, the sense that we would qualify as objective would be hearing and not sight.

     Being able to see, an image is impressive, emphatic and exposes something more or less clearly before us. A piece of music, however, seems to us at first to be more interpretable, but as with everything and also with images, that interpretation depends on our position. We can see a photograph of a manifestation and interpret that we are facing a group that fights to obtain certain rights… or interpret that we are facing a bunch of lazy people…. And it would be the same image.

     A piece of music makes us vibrate inside. He has it easy, since in itself it is made up of sound waves; and it makes us vibrate possibly as no image does and therefore, to the famous phrase (with which I do not agree by the way) "A picture is worth a thousand words", today it seems to me that something is missing... it lacks “but music can make us feel more than a thousand images”. And, although it seems that what has been discussed above is not relevant to the topic at hand, which is the work of Ramin Djawadi, I think it was necessary; After all, it's about rhythm... and other related things that we're going to talk precisely.

      Because the so-called western music has developed a very powerful harmonic system but, along the way, let's say so, the rhythmic system was somewhat forgotten and it has been precisely the incorporation of traditional music from other countries and composers from or with strong influences from African, Oriental, American musical systems and styles... which has come to enrich the music of our continent. Here we could cite many new promises that are doing their bit, but due to space limitations we will focus on Ramin Djawadi, who was born in Germany of German-Iranian origin and has worked with Klaus Badelt and Hans Zimmer. His music oozes power, delicacy, emotion and expressiveness on all four sides. And up to here the personal data of him because suddenly…

      An energetically executed electric guitar by Tom Morello begins to play and for a few seconds it seems to be feigning that yes, no, that it starts me, that it doesn't start me…. And just the percussion enters and as if it were an old atmospheric engine we feel the gases produced by the combustion and from that controlled sound chaos a guitar rises that is nothing more than the servos of a gigantic mechanical leg taking the first step and the thing, that huge and heavy thing begins to move and we even vibrate with the simulation of a ship horn that resonates in our ears. It's Gipsy Danger ladies and gentlemen and yes, despite having previously indicated that it used nuclear energy, we feel how the retro sound image that is presented to us works wonderfully. We cannot avoid it, it is in the collective memory and in this way Ramin Djawadi in the company of Tom Morello (Rage Against The Machine, Audioslave...), Nick Glennie-Smith (Home Alone 3, The Man in the Iron Mask...) and Jasper Randall (The Darkest Nights, The Tomorrow War…) shows us the sharp and impressive image of a gigantic robot marching into combat.

      Maestro John Williams, after a brief entrance of brass and percussion, as if it were a dazzling Zoroastrian dawn, stops for, say, a hundredth of a second, to start again. No, he had not made a mistake and he needs to start again, it is that the double basses are preparing a takeoff that will immediately be supported by the cellos and then the violins and the flute section to launch the percussion again and finally the brass and the entire orchestra in a unstoppable thrust before which nihil obstat. Because no, it is not a bird nor is it a plane; is…. Superman. And as such, a force of nature that nothing can oppose. There is nothing more to listen to. If we only saw a guy in tights with his underpants sticking out trying to hop to fly we might even giggle but someone, no doubt a maestro, has described him much better.

     But let's go back to Djawadi and since superhero movies are in vogue, I want to briefly comment on other cases simply for the mere fact of highlighting certain particular characteristics. In the main theme of The Eternals, and after a brief introduction of 55 seconds in which the image of a dark, underground, silent, constant and prolonged work is transmitted to us, just like a little mole laboriously digging, the orchestra launches with a A very solemn melody that contrasts with a very powerful percussion that is really punched on a table, indicating that the thing has weight. While the melody tells us: “it is a sacred mission that we have on our hands”, the percussion clinches: “this is very serious and we will stop at nothing, this is not a mission to stop a simple thief; not even Thanos' mindundi is going to divert us." The set is impressive. By the way, in the same soundtrack of the film, I want to highlight two beautiful songs today; the relaxing, melancholic and assertive Mission and the exotic, fresh and sensual Nach Mera Hero. A delight to listen to them. But I don't want to say goodbye to this genre of superheroes without mentioning at least one other soundtrack belonging to a movie, The Great Wall, which, and although it can be said with all reason that it is not from the genre, I feel like comparing it to the previous ones since those combatants of the Crane Unit who were once inside the hoops could not be qualified in any other way. Rings that returned again and again empty and bloody after facing the Tao tei. The piece begins with a choral song, slow, paused, firm and in unison that presents us with an image of responsibility, service and sacrifice for others. And it is there when one minute and thirty-six seconds have elapsed that after a very brief silence the percussion and strings enter and after them the choir again. Always in harmony, even though the percussion hits very hard and the strings draw us a turbulent sea full of vicissitudes and difficulties, but first and foremost, the voices continue without losing their composure; forward, always forward in his mission to protect the people behind the Great Wall. And although we are talking about fiction, I personally prefer these heroines who throw themselves into giving everything for the majority, who live and die together without having a saving quantum multiverse, which already has merit these days.

      We move away from the previous epic to enter the middle of the savannah with the prologue of Elephant, a beautiful fusion of African rhythms and melodies with Western music. Also, along these lines, we can enjoy the soundtrack of the documentary African Safari 3D, which boasts exquisite and clear instrumentation. And since we are talking about careful instrumentation down to the maximum detail, aim for the music of an animated movie whose main theme, Robinson Crusoe, is also the name of the film. We can only recommend your audition.

     Outside of the films and documentaries we can mention the music composed for the Dubai Expo in 2020; specifically for the light, water and sound show that is the Fountain Show. Incredible in images, incredible in its play of light and water, incredible in the delicacy of its music. You can see some of it on Youtube. Definitely an essential album for lovers of music is this Surreal, of which, not to mention more, we bring here only three songs Surreal Overture, Surreal Waltz and Surreal Adagio.

      Djawadi is the composer of soundtracks for many more films, well-known series such as Westworld, Game of Thrones, Jack Ryan, video games…. And above all this, we are going to tiptoe because each of these works would have its own space and even so, we would be left with little.

      But we have to close this article and for that we will go back to the beginning so to speak. In the television series Westworld, Djawadi uses a Rolling Stones song (Paint It, Black) as a base, which he practically recreates and gives it the air of a Western movie, in a scene in which a robbery is perpetrated, coordinating to the millimeter the rhythm of the cinematographic images with the rhythm of the music so masterfully that it manages to achieve in us a special state of amazement and excitement. In this scene we can enjoy that common work of the senses of sight and hearing. Not only are they not enemies, they are not even rivals, they do not even compete with each other... but they complement and reinforce each other, producing incredible sensations and stimuli in our brain. As balanced beings that we are, we have a set of sensors that allow us to obtain a sufficiently faithful representation of the environment in which we operate. The senses allow us to get closer, to refine the capture of the environment that surrounds us and of ourselves; interact. Of course, it is also necessary to correctly interpret the information collected by the senses and that, through electrochemical communication, reaches the brain. We need to adjust our subjective appreciation to objective reality as much as possible in order to not only survive but also advance, evolve. And our luck, precisely, is that we are not just sensors and electrochemical wiring connected to a more or less folded mass of gray matter but, thanks to work and everything that work contributed to our species, we can see, hear, perceive more beyond those mere sensors; we can listen to the music of a landscape and, luckily, we can also see the images presented to us by a musical work. We have reached that degree of happiness as a species. That is the greatness of art.

 

 

Jesús Pérez, 20230428.

Originally published in Nossomos magazine number one, April 2023.

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